LA VIDA ES ESCALAR. EL RESTO ES LO QUE NOS PASA ENTRE VÍA Y VÍA

viernes, 22 de mayo de 2015

EN DIQUE SECO



"-Ya tengo los resultados de sus análisis.
-¿Y qué es lo que tengo, Doctor?. 
-Ni puta idea. Pero no va a poder escalar más en lo que le queda de vida. Y además ninguno de sus cuatro hijos es suyo. Es más, son de padres distintos.
-¿¿¿¿Cómoooooooooooo????, ¿¿¿¿que no voy a volver a escalar????"

Abatido, aniquilado, salí de la consulta. Al cerrar la puerta tras de mí, todo se volvió oscuro: "Es el fin" pensé. Oí una voz como del más allá que gritaba: "¡¡¡Eso es el armario, imbécil!!. ¡¡¡Fuera de mi consulta!!. ¡¡Y cuidado al salir no me rayes el marco de la puerta con los cuernos. Ciervo!!, jajajajaja".


Estaba hundido. Sólo me había sentido así aquella vez que intenté dejar de beber, y me tuve que tomar dos copazos para que se me pasara la angustia.


Durante horas deambulé sin rumbo por las calles. Y de nuevo, resonaron en mi cabeza las palabras "no va a poder escalar más en lo que le queda de vida". Y el mundo se detuvo. El mío. El de la bici que venía detrás no se había coscado de mi estado y no pudo esquivarme.


Desde el suelo, empecé a ser consciente de la dimensión de la tragedia y de la mierda de perro sobre la que había caído.

Mientras buscaba un palito para quitarme los restos de caca de la ropa, me repetía una y otra vez que no podía creer que lo que me había dicho el médico fuera cierto. No podía creer que la gente de alrededor siguiera con su vida como si nada, pero sobre todo, no podía creer que existieran perros capaces de soltar tal cantidad de mierda.


Me intenté levantar, pero el peso de mi tristeza me impedía ponerme en pie. El de la tristeza y el del ciclista, que el cabrón se había quedado sentado encima de mi espalda. Amablemente le pedí que se retirara, recordándole parte de su árbol genealógico por parte de madre.


Ya en pie, me faltaba el aire y las rodillas me flaqueaban. El corazón me latía desbocado y mi cabeza daba vueltas mientras un sudor frío me recorría la espalda...

Sólo me había sentido así aquella vez que intenté dejar las drogas, y na más de pensarlo me entró una risa que no veas, y luego me puse a llorar sin saber por qué y luego a reír otra vez y luego vomité y ya no me acuerdo de más.


De repente, durante una fracción de segundo, un rayo de lucidez me iluminó y una idea cruzó, fugaz, por mi mente: "Aaaahhhhh, por eso mi Paquito es tan moreno y por eso mi mujer quería llamarle Ngeme...iadeputa".

Me empecé a plantear qué sería de mi vida a partir de ahora. Sin escalar. Sin entrenar. Y me entró miedo. Pánico. Más que si entrara una noche en tu habitación la Vicepresidenta del Gobierno desnuda con intención de cohabitar contigo...
"Gggrrrrrrrrrrrrrrr......"

Es difícil hacerse a la idea de que algo con lo que has convivido casi día a día (física y/o mentalmente) los últimos 20 años de tu vida, vaya a desaparecer sin más. No hace falta que describa todo lo que supone eso. Todo lo que dejaría atrás: viajes, amigos, proyectos, encadenes, vuelos, alegrías, penas, entrenos...
Porque la mayoría, sabe de sobra de lo que hablo y porque no me salen las palabras.

Sólo me había sentido así aquella vez que los médicos me dijeron que el pegamento mermaría mi capacidad intelectual y provocaba alucinaciones. Y cuando se lo fui a contar a los dragones de colores de mi habitación me quedé en blanco mirándolos y no supe que decir.

Sé que es un tópico y casi todos lo hemos dicho alguna vez, puede que a veces, un poco a la ligera. Pero no por tópico deja de ser completamente cierto: escalar no es sólo un deporte. Es una forma de vida. Y esa vida, no la pienso dejar nunca.

El pegamento sí, que luego me duele la cabeza.