LA VIDA ES ESCALAR. EL RESTO ES LO QUE NOS PASA ENTRE VÍA Y VÍA

lunes, 21 de abril de 2014

Another One Kenobi: "La Venganza de los Clavos"

Aquí llega el Mocito Feliz de la escalada!

Uno de los protagonistas del incidente, que en sus ratos libres se disfraza así y se va a la puerta de los juzgados a echar la mañana

O es gafe (que puede ser), o es un inconsciente y un imprudente (que no creo), o escala tanto, tanto, tanto, que es normal que le haya pasado casi de todo (que es lo más probable). Porque uno de los escaladores que aparece en este relato, es el protagonista de dos de las historias anteriores.

Al menos esta vez se ha esforzado por darle un toque didáctico-humorístico muy de agradecer. No es que sea un monólogo de Dani Rovira, pero sí te entra menos sueño al leerlo. El primer borrador que me mandó estaba entre la esquela y el telegrama. 

El caso es que esta historia está muy relacionada con lo que hablaba en un post anterior acerca de la resistencia de los anclajes y materiales de escalada. Sin más preámbulos, os dejo con el relato:

Incidente en Galayos

Fecha: mayo 2011 (más o menos).
Lugar: Galayos
Edad escalador: 41, 3? y 3?.
Tiempo de práctica escalador: 23 años.
Edad asegurador:
Tiempo de práctica asegurador:

Descripción de los hechos: el día empezó rrraro, rrraro, rrraro. Un miembro de la cordada decía haber tenido pesadillas y no se encontraba motivado. Revisamos las botellas de buen rioja consumidas la noche anterior (no fuera que hubiéramos exagerado los beneficios de la ingesta de esa bebida regeneradora) y miramos la fecha de caducidad de los espaguetis del día anterior (la comida caducada dicen que da alucinaciones). El caso es que como no vimos nada raro, y después del típico "tú estás chalao", allá que nos encaminamos los tres hacia la zona de la Aguja Negra.

Estábamos intentando la vía “Arañas Amarillas”, en la Aguja Negra cuando comenzó a llover. Como ya vamos teniendo una edad -la humedad es malísima para el reuma y los mocos colgando de la napia no son de la metrosexaulidad requerida para tres aguerridos y apuestos escaladores como nosotros-, hicimos caso omiso a la conciencia de Macho Alfa ("maricones, rajaos, nenazas!!) y decidimos bajarnos.

Afortunadamente la lluvia arreció y la conciencia Alfa cada vez hablaba con la boca más pequeñita y pasaba a ser la conciencia del "Sálvese Quien Pueda". Vamos, esa conciencia que ya no echa ni cuenta de "los niños y mujeres primero". Total, que comenzamos a rapelar desde las reuniones de la vía. Una vía clásica cuyas reuniones son clavos con más o menos solera, de esos que dan auténtico pavor a los acostumbrados a parabolts del 12 y chapones de acero.

En el segundo rápel que hacíamos encontramos una reunión de 2 clavos, tan monos ellos, tan inocentes, tan oxidados, ainss!! Pero qué seguridad rezumaban!!! Individualmente en cada uno me colgué y dí repetidos saltos para comprobar su fiabilidad (asegurado desde arriba por la cuerda). Aguantaron como machotes sin decir ni "mu"; puse dos seguros y no los triangulé (“pa qué” me dije yo, si cada clavo aguanta un autobús), por considerar que cada clavo por sí mismo era suficiente, y que el otro clavo quedaría como seguro por si el otro saltaba. Una vez los tres en la reunión comienza a rapelar Antonio.

El tiro del rápel no era en vertical (como fue mi comprobación previa), así que uno de los clavos decidió, por su cuenta y riesgo, que para esa dirección de tiro no se había probado y tomó la valiente decisión de abandonar la fisura (mojada y fría ella que estaba; porque, sabed niños, que no todas las fisuras y grietas son húmedas, cálidas y suaves), y nos quedamos los tres de un solo clavo y Antonio colgando a 1 m de la reunión.

Antonio subió luego, abandonamos material, triangulamos y seguimos rapelando (con el susto en el cuerpo) y un clavo de memorable recuerdo en nuestra vitrina de adornos; ni que decir tiene que la conciencia Macho Alfa había huido sendero abajo y nos esperaba calentita en la cocina de la furgo.

Posibles causas: sobrestimar la fiabilidad de un clavo; no triangular la reunión; comprobar un clavo en una dirección diferente a la del tiro real.

Consecuencias: ninguna salvo el susto.

Cómo evitar esto: triangular siempre las reuniones, por muy fiables que parezcan los anclajes independientes (salvo parabolts del 12, químicos y similares).

Lo que hemos aprendido hoy, queridos niños, es que si te dan de martillazos en la cabeza para que te metas en una raja, te meten un mosquetón por el ojete y encima se cuelgan de él, tienes todo el derecho del mundo de salirte cuando te salga de las pelotas. Yo si fuera clavo, lo haría fijo. Lo que me lleva a pensar que nos fiamos demasiado del material que encontramos en las vías cuando escalamos, y sobre todo, del que lo ha puesto. 

También hemos aprendido que una retirada a tiempo, puede ser una victoria, o por lo menos, un empate. Esto, amiguitos, lo podemos aplicar a nuestra vida diaria, con enormes beneficios para nuestra salud física y mental.

Si un viernes o sábado a las tantas de la madrugada, eres capaz de decir: "me tomo la última y me voy",  sin babear, sin trabucarte al hablar, y sobre todo, eres capaz de cumplirlo, te has convertido en un Máquina de las retiradas a tiempo. Si por el contrario, la última se convierte en la penúltima o la antepenúltima y te quedas, no desesperes. Podrás volver a optar al título de Máquina si haces caso al/la colega que menos borracho/a esté de tu grupo, y que te está diciendo que la/el que miras con ojos golosos es un/a cardo borriquero, y que no tiene que ser ni güena gente. Ya me lo dijo un sabio: "No desprecies a las 2, algo por lo que pagarías a las 8". En un after creo que me lo dijo.

Por último, recordar la importancia de llevar en nuestra mochila ropa interior de recambio y unas toallitas húmedas, por si no somos tan valientes y machotes como los tres guerreros de la roca de esta historia, y en vez de bajarnos sólo con un susto, nos ponemos perdíos de mierda allí mismo en la reunión.