LA VIDA ES ESCALAR. EL RESTO ES LO QUE NOS PASA ENTRE VÍA Y VÍA

miércoles, 19 de marzo de 2014

ETERNO RETORNO

Hoy tocaba incidente, que no accidente. No hubo huesos rotos, ni camillas, ni muletas, ni nada. Solo cambio de ropa interior, manchada ligeramente debido al miedito, y el típico: "no contéis esto que os mato. Y si lo hacéis, decís que somos muy machos y no nos cagamos encima del susto". Pero no. Hoy me se apetece hablar de otra cosa.

A mí el fútbol, básicamente me la refanfinfla. Me da igual. Ni lo veo, ni lo sigo ni me importa. Y mira que llegué a jugar a la Liga Marca cuando salió. Pero cuando empezaron a pagar verdaderos disparates por tíos en calzonas que le daban patás a un balón (el que las daba), y que en la mayoría de los casos no tenían ni el graduado escolar, me di cuenta de que eso ni era deporte ni era ná. Puto Negocio, como un 7b+ buenísimo de uno de los mejores muros del Sur. Y estoy hablando de hace casi 20 años. Ahora no lo quiero ni saber.
Así era el último balón de fútbol que tuve. Ahora creo que son distintos

Conozco a algunos personajes porque es imposible no conocerlos. Salen a todas horas en la tele: que si ese con cara de panoli metrosexual ha llorado porque en un entrenamiento alguien le ha despeinado y no le queda gomina; que si el otro chiquetito con cara de bobo ha hecho un sinpa en hacienda; que si el que viste en el Siglo XXI como Don Johnson de Miami Vice (siendo de Camas) habla y sube el pan; que me llevo unos pocos millones pero soy más útil para la sociedad en libertad...en fin, ese mundo es una mezcla del Salvame Deluxe y Mujeres y Hombres y Viceversa. Pa matarlos a tos. 

Pero si me tuviera que decantar por un equipo, no lo dudaría: el Betis. Más que nada porque he sido Bético desde que nací. Pero sin fanatismo ni nada de eso. Me gusta este equipo y lo que representa. Y sobre todo el pique entre béticos y sevillistas. Eso, hay que ser de aquí para entenderlo.

Pues bien, el otro día, pensando un poco en el mejor sitio para pensar de un hogar, me di cuenta de lo similares que son el Betis y la escalada. Ambos, a veces, son un mojón. Quizás el entorno me llevó a esta conclusión...
Croquis del Sector Pensadero de mi casa. Para más información, consultar la web de Roca
                             
Siempre he pensado en lo desagradecido que es este deporte. No sé cuántos escaladores habrá en este país, o en el mundo, pero estoy seguro de que al menos aquí, son muy pocos los que se pueden dedicar por completo a ello. A escalar y/o entrenar casi a diario. La mayoría dedica el tiempo que puede, que suele ser poco o nada, a entrenar y a rezar para que no llueva el finde, ya que algunos sólo pueden escalar un día. Yo me encuentro en este último grupo: Los obreros del Rotpunkt.

Cuántas veces habré escuchado eso de: "ahora estoy retomando". Casi todos, por un motivo o por otro, tenemos épocas malas o muy malas en las que nos vemos obligados a dejar de escalar: lesiones, lluvia, familia, puta lluvia, desfiles de Drags Queen, puta lluvia de los cojones, obligaciones diversas, me cago en Maldonado y en el tiempo.es, etc. Iba a poner trabajo, pero está la cosa chunga. Que ahora parecemos todos bomberos, con tela de tiempo libre. Pero sin cobrar, eso sí.

Lo que viene siendo mayormente el Eterno Retorno. Siempre volviendo. Siempre intentando recuperar la forma (el que la tuviera) y dejar de ser redondito y de arrastrarse en los quintosmases como una culebra.

Pero cuando se alinean los astros y todo fluye, cuando escondes bajo llave los tocinos de cielo y no llueve, a veces, muy pocas veces, se dan esas situaciones en las que todo el sufrimiento, todo el esfuerzo, todas las penas, las lesiones, los momentos de desmotivación total, la frase esa que te golpea el selebro una y otra vez (Papá, te has agarrado a la cadena, te he visto. Calla niño), todo eso, se te olvida. Simplemente desaparece. 

Las bolas esas por lo visto son planetas

Cuando tienes un proyecto, el que sea y del grado que sea, te haces el nudo, te pones los gatos, y empiezas a escalar, y te vas dando cuenta de que ese pegue va a ser especial aunque no encadenes; que vas con una concentración absoluta, como si no fueras tú, como si te vieras escalar desde fuera, sin esfuerzo, fluyendo por la roca en cada movimiento, con precisión, con decisión, en ese estado de hiperconciencia en el que parece que te has tomado un tripi  y lo ves todo con otros colores (eso me lo ha contado uno que dice que es así), todo extrañamente real.

Los sonidos, los olores, el tacto de la roca. Pocas veces te has sentido así escalando. Y sobre todo, y por encima de todo, te estás divirtiendo escalando, hasta que sin darte cuenta, ya has chapado la cadena.

Esos momentos, para el común de los mortales escaladores, se suelen dar en muy, muy contadas ocasiones, y además, normalmente sin previo aviso.

Pero, al menos para mí, esos son los momentos que hacen que ame este deporte. Que no pueda vivir sin escalar, sin entrenar, sin dormirme pensando en los movimientos de alguna vía; que hacen que tenga junto al ordenador una bolsa con magnesio porque veo un vídeo de escalada (incluso de bloque, así de mal estoy), y me sudan las manos...

En definitiva, momentos esporádicos, aleatorios, de máxima plenitud y felicidad escaladora, que te cargan de energía para todo lo que venga después, aunque durante otros pocos meses te vuelvas a arrastrar por las paredes. 

Como el Betis. Estamos acostumbrados a pasarlo mal y a que nos de disgustos, pero ahí seguimos. Aguantando. Y a veces, pocas, te sorprende con un momento de esos y te da una alegría. Y no puedes evitar llevar durante unos días esa sonrisita guasona, que sólo si eres de aquí sabes lo que implica y todo lo que te cuenta sin decir una sola palabra. Y que significa que todo lo malo anterior, al menos durante un tiempo, se olvida. Porque merece la pena ser Bético. Y escalar.